Me disponía a girar en la esquina con Compte d’Urgell cuando un sombrero gris y una reverencia llena de simpatía desviaron mi atención de los tejados para cederme el paso. Con su impecable traje gris, su perfecto dominio del castellano y una educación capaz de sonrojar a cualquiera, don Alberto Casals semeja uno de esos personajes que todos hemos visto alguna vez paseándose en las películas de Sherlock Holmes.
Este señor de pelo blanco y bigote a juego con su vestuario, se disponía a merendar mientras esperaba para recoger un imponente ramo de flores que preparaban para su mujer. Hoy es su aniversario y don Alberto, sin dejar de sonreir, se lamenta por no saber cómo sorprenderla. Dice que llevan tantos años juntos que a veces es como si le leyeran el pensamiento…
La dependienta nos indica que entremos al verle pasar frente a la floristería. Al recoger el ramo, el señor Casals lo observa con satisfacción, saca una rosa, me la ofrece con otra reverencia, y se disculpa porque debe dar con algo que sorprenda a Montse antes de la hora de cenar.
Llevándome conmigo un soplo de aire verde y fresco, regreso a nuestro siglo XXI y sigo andando hacia Plaza Tetuán.
Si algún día se anima a pasar por aquí, reciba usted un saludo con mi más sincera admiración.