40.000 bones on my way to paradise (Kutná Hora-Praga-Cesky Krumlov)

Kutná Hora sería un pueblecito más con un nombre curioso perdido en la República Checa de no ser por su cementerio, o iglesia, o estilo decorativo, o… lo cierto es que parece más una cueva de piratas salida de la película de los Goonies que un lugar en el que la gente puje por «colocar» a sus muertos, o los huesos de sus muertos, o las lámparas hechas con los huesos del tío abuelo Knuziêk… Sé que sonará macabro, pero los huesos humanos son de lo más decorativo e inspirador 😉

Supongo que en el resto de Europa tenemos otro concepto de R.I.P., pero tampoco resulta del

todo desagradable la idea: después de todo, esta gente puede visitar los huesos de sus ancestros y nosotros no vemos ni la caja en que los hemos guardado con cierre hermético para que los gusanos no los fundan con demasiada prisa… Me pregunto cómo harán para distinguirlos entre más de cuarenta mil palitos apilados o colgados del techo.

Tras un descubrimiento tan enriquecedor, nada mejor que un buen chocolate a la salud de los dueños de todos esos blanquísimos bloques de calcio. Después de todo, parece que no todos volvemos del polvo al mismo… El chocolate, por supuesto, moreno 😉

De camino a Praha regresó el agua fresquita y los zapatos empezaron a pintarme los pies con el negro que les quedaba de la visita a Viena. Praga es una ciudad enorme en la que se puede encontrar cualquier cosa en un par de minutos. Las calles del centro son avenidas amplísimas y los edificios… la verdad es que hay un poco de todo. Encontré una tienda llamada «catalunya» en la que se vendían embutidos de Vic a precio de oro y algún que otro alimento que yo no había visto nunca en Barcelona como si fuera lo más típico de acá.

Lo que más abunda en la zona turística son las esculturas de vacas disfrazadas: una tenía alas transparentes y rallas al estilo de la abeja maya, otra con un parecido asombroso a «pegui», de los teleñecos, y otras cincuentamil -o alguna menos- que servían de valla publicitaria para los comercios de la zona. También hay otras esculturas bastante atrevidas, pero tardaría más en describirlas de lo que tardé en visitar la parte vieja… Praga no es cara, ni tampoco barata: si quieres tomar un café es mejor que te alejes del centro todo lo que puedas.

Uno de los sitios más memorables de toda la ciudad es el puente de San Carlos. Es algo así como la rambla de Barcelona pero sobre un río fantástico, y sus paradas suelen estar cubiertas con paraguas; el sitio ideal para sentarse un ratito en el suelo y descansar.

Hora de poner rumbo a algún pueblecito apartado y bien barato… Buscando algo tan sencillo encontré un rincón alejado del mundanal ruido (exceptuando los 45 minutos que duró la segunda parte del partido de la Eurocopa) en plena montaña: baratito, verde, vivo, viejo, divertido, fresco, diminuto, inolvidable… Llegar a Cêsky Krumlov es descubrir el paraíso sin despedirte de la luna llena.