Érase una vez el final…(Ceský Krumlov-Mosonmagyarovar-Györ-Budapest)

…Y despertar en Cesky Krumlov es mejor todavía!!!

El pueblo es tan espectacular que no puede verse ni en un par de fotos hechas con la cámara digital más barata del mundo ni mucho menos entenderse con cuatro frases de esta loca, de modo que evitaré en lo posible quedarme corta limitándome a explicar un par de detalles.

A las siete de la mañana no hay aún ningún sitio abierto para tomar café, de modo que si estás despierto, lo mejor es dar un paseo por los jardines que rodean todas las casitas del pueblo excepto las que dan al río. Dentro trabaja algún jardinero, y las ardillas parecen entretenerse haciendo apuestas a ver cual es la valiente que te pasa más cerca sin que logres tocarla. Como no paran kietas decido perseguir a un pájaro negro que se gira dándome la espalda cada vez que consigo centrarlo… tan solo conseguí una foto de tu diminuta colita negra.

Detrás de un laberinto de arbustos hay una fuente con escaleras a cada lado, y detrás de ella un camino pavimentado que da a unos servicios impresionantes en los que puedes lavarte los pies trankilamente mientras enchufas el cargador del móvil y te secas el pelo.. Un oasis sin pagar un solo céntimo.

Siguiendo el paseo llegas a un barrio de edificios y calles de piedra con un pequeño museo de cera, una casita en la que se dan conciertos y otra algo más grande en la que una habitación cuesta menos de siete euros/noche. Diría que es el la única casa de por aquí en el que aceptan huéspedes, pero nadie seguiría buscando despues de encontrar un sitio así… y tampoco es que lleguen muchos turistas a esta zona 😛

La tarde se acerca y Budapest queda lejos aún. El trayecto hacia Buda pasa inevitablemente por un pueblo bastante menos atractivo que C.K. (Mosonmagyarovar) y bastante turístico, desde el que se puede llegar a Kélety haciendo parada en una ciudad aparentemente agradable llamada Györ.

Conseguir los billetes de tren y averiguar en qué via esperarlo sin dar con nadie que hablara en inglés fue una verdadera odisea. Para arreglar las cosas me quedé sin florines y el único sitio en el que cambiaban cerca de la estación de tren era un hotel de comisión bastante abultada. Al llegar a Budapest tiré tan fuerte de un chaval que intentaba llevarse mi mochila que me acabé saludando las escaleras que hay delante del arco de la estación de dos en dos…

Realmente me alegró llegar al albergue y encontrarme con el buen rollo del Guest hostel Meksykanska… Llegar hecha un desastre y con alguna herida de guerra tiene sus ventajas: apenas llegar desterraron al gato del sofá, me cobraron lo que me quedaba en florines por la habitación (apenas dos mil florines) y cené gratis pizza con una buena cerveza después de la ducha. En el albergue hay guitarras a disposición de quien quiera tocar y una terracita a la sombra para hacer el indio hasta que te caigas de sueño.

Hay sitios que se pueden olvidar, otros se cuelan en la mochila que guardas en la cabeza…